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quarta-feira, maio 25, 2022

La autoficción (ESP)

Si digo esto es con una mezcla de vergüenza y orgullo.

Entro en su habitación muy sencilla, con una mancha de humedad en el techo.

Me siento en el sillón que tiene una lámpara al lado.

En ese momento estaba muy solo y aceptaba que cualquiera le leyera.

Quería revisar todo Stevenson antes de crear algo.

Son casi las ocho cuando abro mi paquete y como mi sándwich.

Camino por la casa mirando algunos cuadros y retratos.

Miro el manuscrito sobre una mesa.

Parece saber lo que vi:

- Escribí esta historia - es como un cadáver enterrado en el polvo.

Me acerco a una foto de tamaño natural de nuestro autor.

Miro su rostro muy de cerca, quiero ver cómo eran sus ojos cuando veía.

Tengo la impresión de que avanzan hacia mí, camino hacia atrás, pierdo el equilibrio y caigo sobre la mesita donde está el manuscrito.

 

Siento que me estoy cayendo.

Despierto en el arrabal norte, observo a compadritos en la esquina.

No sé qué pasó, corro y me encuentro con un caudillo de provincia cabalgando en la calle.

En la ventana, un Quijote y, junto a él, una copia sobre mitología griega en dorado.

Intento averiguar dónde estoy, entro en la librería y me saluda un hombre de bombachas.

Una chica entra en la tienda - muy guapa, ella pregunta acerca de Oscar Wilde, yo fue tomado de intensa emoción, una experiencia mística -, me mira los pantalones y se ríe.

Se acerca y dice: ¿Cómo está tu abuela inglesa?

Me sobresalto, instintivamente me miro en el espejo y veo el rostro, su rostro, el rostro de la maldita fotografía.

Desesperado, busco su nombre en los estantes y me lanzo a su libro.

*

Afonso Junior 

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