Largo viaje de un día hacia la noche, de Eugene O’Neill, se encuentra en el Teatro San Martín con la dirección de Luciano Suardi.
La escenografía de Rosana Rodríguez y Juan Cruz Muños López es lo primero que deslumbra. Se adapta muy bien a estos seres, aunque tememos que los actores se caigan por las largas escaleras.
El impacto de la obra es inmenso, los actores, empezando por Arturo Puig (78 años), desbordan carisma y sutileza. Puig logra momentos de emoción muy convincentes, en una obra que, por tratar situaciones extremas, siempre puede caer en lo artificial.
La elección de este montaje es mostrar a la familia bajo la luz del amor. Podría ser melodramático, pero no. La versión cinematográfica de 1962 está mucho más llena de veneno y ambigüedad. Aquí esto se debe a Selva Alemán (79 años), quien logra mostrar un rostro romántico y sufriente del personaje Mary Tyrone.
Lautaro Delgado Tymruk es un apasionante alter ego de Eugene O'Neill, porque la tragédia de O’Neill es saturación y no desenlace. Su conmovedora actuación permite al público identificarse con ese ser humano más normal, que será testigo entre tantos titanes.
En toda la obra, la única escena que nos molesta es precisamente la de Diego Gentile, un actor brillante, pero que al final aparece como un borracho de dibujos animados, con explosiones previsibles y un vestuario muy correcto. Julia Gárriz interpreta sin exagerar a una criada divertida e inteligente.
Si la tragedia griega es el colapso del destino, el sufrimiento en la tragedia estadounidense moderna es el infierno de las pasiones.
En O’Neill chocan la aceleración de la tragedia y el hundimiento de la poética propia de tiempos fracturados.
Es teatro épico -novelístico- en el que se expresan ideologías -mundos internos-, un poco como en “Los demonios” de Dostoievski, con la diferencia de que la familia es el mundo.
El dramaturgo es Edmund, y en esta familia patriarcal de artistas el centro también ha perdido el autocontrol.
Si Estragon y Vladimir fueron servidores antes de la Revolución Francesa, aquí están aquellos "fuera de lugar" (E.Said) - o "fuera de tiempo" - como artistas, que crean el tiempo de la palabra. El capitalismo convirtió a este padre en un vendedor de arte, como resultado perdió un hijo, su esposa no pudo soportar la pérdida.
La caída del padre es el mundo de la destrucción de las jerarquías. Es un universo melancólico, lleno de frustraciones, que expone la pesadilla del sueño americano. Mary sería una mujer dominante hoy, pero nació demasiado pronto. Mikhail Bulgakov era adicto a la morfina, como la protagonista, y también menciona la morbosa soledad a la que la droga lleva a la matriarca.
Pero, para generar la aceleración de la tragedia, muchas cosas quedan fuera, por ejemplo, el mundo e sus rupturas. Hubo que editar muchas cosas para que la noche encajara con ese día. Sin embargo, el microscopio de las pasiones de esta familia magnifica la realidad. Y el realismo se desmantela cuando la dependencia crea un mundo de ensueño. Lo que hace grande a este texto es la conciencia novelesca de los personajes -dicen que son "de la materia de los sueños"-, su constante inestabilidad, su incapacidad para observar a los demás fuera de sí mismos. A veces hablan de forma metateatral.
Era otra época, en la que la familia era tortura y consuelo. La verdad, aquí es un arma de destrucción; pero algo flota por encima de la venganza, y la poesía parece redimensionar todo el rencor.
Alfonso Jr. Lima
dramaturgo y filósofo
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